Entre las espadas íberas destacaba la falcata, que era usada por las poblaciones autóctonas del sureste de la península (antiguos contestanos y bastetanos) durante la conquista de Hispania por parte de los romanos. Su uso data de los siglos V y I a.C. Desde su introducción por parte de los fenicios, hasta entrada la época de Quinto Sertorio, cuando se cree que entró en desuso por la influencia de la romanización.