Tal y como vimos en la anterior entrada dedicada al papel de la espada en Roma y dentro del ejército romano y a su uso fpor las legiones romanas, el uso de este tipo de armas experimentó una prolongada evolución que abarcó varios siglos. Durante este proceso la espada pasó de arma secundaria a la que sólo se recurría cuando se había perdido el arma principal, la lanza, a convertirse en el principal recurso ofensivo de dos de las tres líneas de infantería que conformaban las legiones durante buena parte de la República.

A continuación vamos a proseguir por este repaso al papel de este tipo de armas dentro del equipamiento del legionario romano a lo largo de la Antigüedad, si bien conviene recordar que nuestro objetivo es analizar únicamente a la infantería pesada más característica (la legionaria) y, por tanto, no profundizaremos en las variadas panoplias utilizadas por otros contingentes que también combatían bajo los estandartes de la ciudad eterna.

 

El apogeo de gladius y pilum

El sistema de combate basado en la temible combinación de salvas de pilum y acometidas cuerpo a cuerpo con gladius continuará en uso tras la reforma militar llevada a cabo por Cayo Mario. El sistema manipular de hastati, principes y triarii será renovado gracias al por entonces joven cónsul Mario, permitiendo alistar a los romanos que no poseían tierras y que, hasta ese momento, se habían visto fuera del servicio militar. Como estos ciudadanos pobres no podían permitirse adquirir su propio equipo, el cónsul logró que el Estado se lo proporcionase y además ofreció a los reclutas un sueldo estable (Sekunda y Wise, 2009; 18). Con esto logró sustituir la milicia ciudadana anterior por un ejército profesional al que, además, sistematizó su entrenamiento y uniformizó ek equipamiento: casco, armadura corporal, escudo, pilum y gladius. Estos soldados de infantería pesada serían los encargados de protagonizar las cruentas guerras civiles que marcaron el final de la República (Le Bohec, 2011; 11) así como las guerras de conquista emprendidas en el periodo altoimperial. No obstante, a pesar de que seguirá prevaleciendo la temible combinación de pilum y gladius como forma de combate predilecta del legionario romano, tampoco debemos caer en el error de pensar que las armas empleadas no evolucionaron durante todos estos siglos pues paulatinamente irían cambiando escudos, cascos, corazas y por supuesto las espadas.

Ya comentamos en la entrada anterior que los romanos habían incorporado un nuevo tipo de espada durante las cruentas guerras contra Aníbal. Conocida como gladius hispaniensis, se caracterizaba por una hoja pistiliforme y algo más larga (unos 66 centímetros de hoja) que la utilizada anteriormente por las legiones. Era un arma excelente para lanzar ataques de tajo y de filo, causando un gran impacto entre los macedonios que se enfrentaron a Roma durante la Segunda Guerra Macedónica al comprobar la temibles heridas que provocaba. Al primar el uso de la espada sobre la lanza, los legionarios romanos requerían de cierto espacio para luchar cuerpo a cuerpo de forma efectiva tras la protección de su gran scutum. De esta forma, al organizarse en formaciones más abiertas que las apretadas filas de una falange de hoplitas griegos o de piqueros macedonios, los legionarios romanos podían manejar con mayor efectividad su espada mediante ataques de tajo y de punta, pues de lo contrario sólo podrían lanzar movimientos de apuñalamiento debido a la falta de espacio (Sekunda y Wise, 2009; 24).

 

Del gladius hispaniensis a los tipo Mainz y Pompeya

Los tiempos de gloria del gladius hispaniensis fueron quedando atrás y en época augustea sería paulatinamente desplazada por nuevos prototipos con hoja más corta (unos 40-55 cm), robusta y ancha que los especialistas han clasificado en dos tipologías principales. En primer lugar tenemos el tipo Mainz, con hoja primero pistiliforme y después convergente además de punta larga. Con algunos ejemplares rozando los 60 centímetros, sería una evolución de los modelos de espadas tardorrepublicanas más largas, documentándose su uso hasta la primera mitad del siglo II. Este será el tipo de espada que empuñarán las legiones de los primeros emperadores romanos, siendo desplazada a partir del 50 d.C. por el tipo Pompeya: hoja más corta (40-50 centímetros) y estrecha, con filos paralelos y punta triangular corta. En ambos casos estaríamos ante un regreso a las espadas con función punzante, sin que por ello se perdiese la capacidad de lanzar golpes tajantes (Quesada, 2016-2017; 29)

 

Dos ejemplares de gladius tipo Mainz (o Maguncia). Imagen: MatthiasKabel, vía Wikimedia Commons

 

Tal y como ya se refirió anteriormente, las armas defensivas y ofensivas del legionario romano evolucionarán al compás de las nuevas tácticas y formas de combate generadas para responder a la gran variedad de enemigos que enfrentaron durante los primeros siglos del imperio (ibidem, 2008; 220): dacios, partos, germanos, britanos, astures o cántabros se enfrentaron y fueron derrotados por las temibles legiones romanas y su persistente y eficaz táctica basada en la dupla pilum/gladius.

 

El resurgir de la espada larga: la spatha romana

Por otro lado, durante los dos primeros siglos del Imperio las unidades de infantería pesada auxiliar y la caballería utilizarían un modelo de espada más larga, la spatha, diferente al gladius que tradicionalmente vendrían empuñando las legiones, (Menéndez Argüín, 2016-2017; 21), aunque no todos los especialistas comparten esta visión (Quesada 2016-2017; 27). Pero a lo largo del siglo II d.C. la espada del legionario experimentará una nueva transformación, ya que las hojas cortas tipo Mainz y Pompeya serán paulatinamente desplazadas por la spatha hasta que a finales de dicha centuria sea la única empleada por todo el ejército romano, legiones incluidas (Menéndez Argüín, 2016-2017; 21). Durante el siglo III la hoja de la spatha oscilara entre los 60-70 centímetros y, aunque seguía siendo un arma pensada para el ataque tajante, lo cierto es que no era nada desdeñable su capacidad punzante (ibidem, 2000; 337-338). Su vigencia continuará en los siglos siguientes, apareciendo diferentes modelos con hojas con dimensiones en torno a los 70-90 centímetros (excepcionalmente los 100 cm) y una anchura de 5-6 centímetros (Kavanagh, 2022; 67).

Relieve representando a un jinete romano del siglo I d.C. armado con lanza arrojadiza y spatha.
Museo Germano-Romano de Colonia (Alemania) Imagen: Didymus Ridgeland, vía Wikimedia Commons

Pero lo que de verdad nos indica la popularización de la spatha es una nueva etapa para el ejército romano durante sus últimos siglos de existencia (al menos en Occidente), ya en el Bajo Imperio. En vez de ejércitos masivos como los levantados en centurias anteriores, desde el siglo II d.C. comienzan a organizarse pequeños ejércitos fronterizos, por un lado, así como otros más móviles que se trasladaban a cualquier punto del Imperio que fuese atacado, por otro. Dentro de estos contingentes la proporción de caballería sería mucho más elevada que en etapas anteriores, mientras que las unidades de infantería redujeron su tamaño con respecto a las antiguas legiones (pasando de 5000 a 1000 hombres), sin que ello supusiese menoscabo alguno para su armamento o entrenamiento (Quesada, 2008; 221). La columna vertebral de estos ejércitos tardoimperiales seguía siendo la infantería pesada legionaria dotada de yelmos más cerrados, cotas de malla o escamas, grebas, escudo ovalado y, como armamento ofensivo, lanzas pesadas (spiculum), spatha, espadas cortas (llamadas semispatha, aunque es un tipo de arma muy debatida entre especialistas), venablos y cinco dardos (plumbata) que se llevaban sujetos en el reverso del escudo (Soto Chica, 2018; 16).

 

Nuevas armas y nuevas tácticas para las últimas legiones

El análisis de esta panoplia nos indica nuevas formas de combate para los legionarios romanos, comenzando por una mayor potencia de fuego en forma de venablos y plumbatae con los que ablandar la formación del enemigo antes del choque cuerpo a cuerpo. También se aprecia un cambio en el rol de la espada dentro de la táctica de estos infantes pesados, pues desde el siglo III d.C. la lanza empuñada sustituyó al pilum (Rodríguez González, 2012; 10). Paradójicamente en los últimos siglos del Imperio Romano de Occidente se produjo un retorno de la lanza como arma principal de las legiones, postergando a la espada a un papel secundario similar al que tuvo en los primitivos ejércitos romanos de hoplitas, durante la Monarquía y parte de la República. La infantería de este periodo vuelve a las apretadas formaciones en falange que embisten al enemigo o afrontan su acometida dentro de un muro de escudos y empuñando sus lanzas, justos después de “bombardearlo” con proyectiles de todo tipo: flechas, jabalinas, dardos… (Menéndez Argüín, 2000; 341 y Macdowall, 1994; 55). Los últimos legionarios de Occidente sólo recurrirían a sus espadas tras haber perdido sus lanzas en el transcurso del choque con el enemigo.

Finaliza aquí nuestro periplo por el papel de la espada dentro de las legiones romanas, tras comprobar que durante su prolongada evolución existieron multitud de variantes en respuesta a los desafíos militares y a la forma de combatir en cada etapa. Por eso, al hablar de espadas de la antigua Roma, debemos ser precavidos y tener en cuenta que con esa expresión abarcamos miles de años de Historia.

Recuerda que puedes sumergirte en la historia y la grandeza de épocas legendarias a través de la sección de Espadas Antiguas en Mariano Zamorano. Aquí, descubrirás una diversidad de espadas, cada una proveniente de una era distinta y cargada con historias y misterios de su tiempo.

Félix Antonio Jaime Sánchez.

 

Bibliografía consultada:

Artículos de revista: 

– Le Bohec, Y. “El ejército romano de Mario a Pompeyo”, Desperta Ferro: Antigua y Medieval, n.º 5 (2011), págs. 10-15.

— Kavanagh, E. “La spatha en los siglos IV y V: breve guía cronotipológica”, Revista Universitaria de Historia Militar, Vol. 11, Nº 22 (2022), pp. 61-86 

– Menéndez Argüín, A. R., “Evolución del armamento legionario romano durante el siglo III d.C. y su reflejo en las tácticas”, HABIS, n.º 31 (2000), págs. 327-344

Menéndez Argüín, A. R., “Auxilia a comienzos del principado”, Desperta Ferro: Antigua y Militar, n.º especial X, (2016-2017), págs. 20-25)

– Quesada Sanz, F. “Armamentos ofensivo romano de Augusto a Nerva”, en Desperta Ferro: Antigua y Medieval, n.º especial X, (2016-2017), págs. 26-33.

– Rodríguez González, J. “Las legiones del siglo II d.C.”, Desperta Ferro Antigua y Medieval, n.º 11 (2012), págs. 6-11.

Soto Chica, J. “Antes de la batalla. El Imperio romano en vísperas del desastre”, Desperta Ferro: Antigua y Medieval n.º 50 (2018), págs.12-17.

 

Libros:

– Quesada Sanz, F, Armas de Grecia y Roma. Madrid, La esfera de los libros, 2008, 407 págs.

– Macdowall, S. Los últimos soldados imperiales, Barcelona, Osprey Publising, 2009, 72 págs.– Sekunda, N. y Wise, T. El ejército de la República, Barcelona, Osprey Publising, 2009; 72 págs.

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