Espadas Templarias
Historia de las espadas templarias
Se conoce como espadas templarias a aquellas usadas por los caballeros templarios, considerada la orden militar cristiana más poderosa de la Edad Media y que estuvo activa desde 1118 hasta 1312. Su actividad está estrechamente ligada a las cruzadas, ya que su fundación se debe a la misión de proteger a los peregrinos cristianos que se dirigían a Jerusalén tras su conquista en la primera de estas campañas.
Los caballeros templarios portaban una túnica blanca que les caracterizaba con una cruz grabada. En cuanto a las armas, cada uno portaba la espada templaria -considerada el arma predilecta- típica de su zona. Es decir, cada caballero iba a la campaña con lo que tenía.
Se trataba de soldados que, según San Bernardo, no temían a la muerte porque deseaban morir y llevaban como armadura la fe. Es esta regla de San Bernardo la que determina su voto de pobreza y su dedicación a Cristo en su cometido de liberar Tierra Santa. De hecho hablaba de la gloria en la victoria y, sobre todo, en hallar la muerte como mártires en el intento.
Defendía esta idea por lo justa que era la empresa en la que se embarcaban estos caballeros: “La muerte que se da o recibe por amor de Cristo, lejos de ser criminal, es digna de mucha gloria… Si sucumbe, sale ganador; y si vence, gana Cristo, porque no lleva sinrazón la espada, pues es ministro de Dios para ejecutar la venganza sobre los malos y defender la virtud de los buenos”.
Por el contrario, en una comparativa, criticaba a los caballeros que adornaban sus caballos y armamento y luchaban por razones “ligeras y fútiles”. Por este motivo, las espadas templarias que usaban eran sencillas, sin ningún tipo de adorno y grabado. Además, las utilizaban para la oración, aprovechando el símbolo de la cruz.
San Bernardo también hablaba del comportamiento de los caballeros templarios, haciendo hincapié en la disciplina y la obediencia. Además, instaba a llevar la cabeza rapada, a no bañarse y a rechazar pasatiempos vanidosos, como los cuentos de fábulas, las canciones burlescas o a los cómicos y juglares.
En la batalla, les animaba a no ser temerosos ni a presumir, sino a esperar al poder de Dios ya que “la victoria no depende del número de soldados, sino de la fuerza que llega del cielo”.
Durante dos siglos, sus éxitos les reportaron algunos privilegios que fueron ganando con la proclamación de distintas bulas papales. Entre estos, destacan una autonomía, tanto formal como real, respecto a los obispos, respondiendo directamente ante el papa. A la exención de la jurisdicción eclesiástica, se unía la de la jurisdicción civil. Además, tenían derechos sobre las conquistas en Tierra Santa, donde podían construir fortalezas e iglesias