Dentro del imaginario colectivo occidental, se suele asociar el término espadas a las de nuestro entorno. A todos se nos viene a la cabeza las que empuñaban los templarios, el Cid Campeador o los mosqueteros, llegando a creer que nadie ha dominado el arte de la fabricación de este arma como nuestra civilización.
Esta creencia está muy alejada de la realidad. De hecho, hace casi 4000 años, los chinos aplicaban técnicas tan desarrolladas como las que se empleaban aquí en la época de los romanos 2000 años después. Por ello, os hacemos un breve recorrido por dos de las civilizaciones que más han destacado por el uso de la espada: la china y la árabe (o musulmana).
Las espadas de ambas civilizaciones mencionadas tienen algo en común: se ha empleado un término referido a una de estas armas para denominar a todas las que se le parecían. Hablamos del dao en el caso de las espadas chinas y de la cimitarra en el caso de las árabes.
Se puede decir que en los dos casos mencionados, el interés más destacable es la diferencia de estas armas con respecto a las nuestras.
Las espadas chinas, o el dao, concretamente, tiene una forma ligeramente curva y es la inspiración de la katana japonesa. Actualmente hay casi dos decenas de variaciones a las que se la domina con este término y que son el resultado de la evolución y el desarrollo de diferentes técnicas a lo largo de los milenios. A diferencia de lo que sucede en Europa, donde hemos visto cómo en cada época ha imperado un modelo distinto, en China han mantenido como principal referente el mismo tipo de espada.
Las espadas árabes típicas, o cimirrata, como se las conoce en todos los países occidentales, han sido objeto de estudio por parte de herreros europeos, queriendo emular su resistencia. Su forma curva característica ha dado la vuelta al mundo en las manos de Saladino, Sadokán y Simbad el Marino. También destaca la jineta, típica del reino nazarí de Granada.