Como cualquier civilización de la Antigüedad, el Imperio Romano asentó su supremacía en torno al desarrollo tecnológico en su armamento. En cuanto a las espadas, destacaba la “gladius hispaniensis”, usada por las legiones de la Antigua Roma (desde el siglo III a.C. hasta el siglo IV d.C.).
Pero los romanos eran conocidos por aplicar estrategias de batalla que les permitieron ganar muchas guerras. Un ejemplo es la victoria de Paulo en la batalla de Pidna, donde la combinación de caballería, vélites (infantería ligera), legionarios y centuriones -primando cada unidad de batalla en el momento oportuno- consiguió que el lado romano contara con 100 bajas, por las más de 20.000 de los macedonios.
Hay que aclarar que el término gladius es el usado para referirse a las espadas en Roma, pero con el paso de los siglos esta palabra ha pasado a usarse para describir a la más característica de esta civilización. Como curiosidad, la spatha -que sustituyó a la gladius en la época decadente del Imperio romano- es la que dio lugar a la palabra espada.
Las gladius contaban con dos partes: hoja y empuñadura. Esta última contenía un pomo redondo -para evitar que se escapara de las manos del soldado- y el guardamano, de madera y recubierto de latón. En cuanto a la hoja -recta y ancha de doble filo- se usaba hierro de alta calidad para su fabricación. La parte externa era alta en carbono y la interna, baja.
Hay debate sobre el origen del gladius. Por un lado, hay quien afirma que estaba en la península ibérica, ya que los celtíberos que lucharon del lado de Cartago en las Segundas Guerras Púnicas portaban armamento muy similar a estas. Otros, como Fernando Quesada Sanz, sostienen que se trata de una evolución de una espada celta, que luego se adaptó en la península ibérica. Lo cierto es que los Romanos no esperaron a finalizar esta guerra para dotar a sus tropas con este nuevo armamento -superior al que usaban hasta entonces, de origen griego-. Prueba de ello es que el primer modelo se llamaba ‘gladius hispaniensis’ o ‘espada hispánica’.
La gladius fue evolucionando. Si bien al principio tenía unas características casi idénticas a las espadas ibéricas -forma de daga y punta larga y aguda- con las que conseguían penetrar las mallas del enemigo. Su creación se fue estandarizando hasta dar lugar al modelo Pompeya - llamados así por los ejemplares hallados en esta ciudad- con bordes paralelos y punta más corta y vainas de madera y cuero, unidos entre sí con bronce. Podemos distinguir tres tipos:
- Hispaniensis: es el modelo más antiguo, con una longitud más larga (60-68 cm) y estrecha (4-5,5 cm) que los modelos que la sucedieron.
- Mainz: modelo más corto -55 cm aprox.- y 7,5 cm de anchura.
- Fulham: muy parecida a la Mainz, pero más estrecha -5cm- y con lados rectos.
- Pompeii: entre 42 y 50 cm de longitud y 5 cm de ancho. Introducía variaciones en la empuñadura y tenía una hoja más corta y acinturada.
Es importante destacar que las industrias espaderas de la península tuvieron mucha importancia en el Imperio, agrupando los artesanos en “Collegias”, que prohibían el cambio de una profesión a otra. Consecuencia de esto era que las especializaciones se heredaban de padre a hijo, tradición que se mantuvo durante siglos tras la desaparición de esta civilización.